Ligeros de cascos

‘Hay amores que matan… hay cariños que duelen… yo qusiera saber porqué uno los busca, los sigue, los quiere…’

Hay amores que matan – Pimpinela

La ligereza en la que vivimos por estos días me impresiona cada día un poco más, y cada vez con caras más distintas una de otra. Ayer, mientras degustaba una pizza familiar a deshora conversando con preadolescentes, la precocidad de ellos me hizo recordar lo inocente que era cuando tenía doce años; claro, ellos ahora se ríen de sus profesores, pelean a muerte y hablan como gente grande… tal como yo lo hice junto a mis amigos, pero en tercero medio. El bombardeo de este mundano y frívolo día a día está haciendo que vivamos cada vez más rápido; no me extrañaría que también nos muriéramos más jóvenes.

Otra cosa que ha llamado mi atención es la facilidad con la que la gente que me rodea se enamora y desenamora… la seriedad casi barroca con la que trato esa palabra ya pasó de moda, por lo que veo. Miraba hace un rato el topic de un conocido que tengo en MSN y decía ‘te amo’. Me quedó dando vueltas la frasecilla, porque hasta donde yo sé no lleva más de una semana con la persona que hoy es su pareja. No sé como alguien puede llegar a amar en una semana; yo no podría. Quizá decir ‘te amo’ es ya una frase hecha que todo el mundo quiere escuchar, no importando la calaña del sentimiento de verdad involucrado.

Por otro lado, también he sido testigo del despropósito por el lado contrario; gente que por mucho tiempo -meses, años- manifiesta su amor de la manera más tierna y constante y, de repente, se olvida de todo ello y en un tris se convierte en un ogro devora-recuerdos que sólo se dedica a vomitar un caldo bilioso que golpea en la cara de quien de verdad amaba. Citar casos me haría perder el espacio para escribir, pero sobran… cada día sobran más casos de ‘violación de la frase’ que gente perpetra en la más absoluta impunidad, sin siquiera sentir lástima por la sangre que chorrea sus manos.

Estos días de frío y cálculo en mi vida me han servido para mirar a mi alrededor, aprender de los errores del resto y tender todas mis manos para ayudar a mi gente querida; digo ‘todas mis manos’ porque cuando alguien que quiero me necesita creo todas las manos necesarias para confortar, consolar, construir, luchar, servir, golpear… todas las necesarias. La gente vive demasiado rápido sus sentimintos, su vida entera, y no se detiene mucho a disfrutar de los momentos que la vida pone enfrente de todos para que nos detengamos, descansemos, respiremos profundo y simplemente abramos los ojos.

Desde niños estamos aprendiendo a avanzar con la velocidad vertiginosa del progreso, intentando reparar lo menos posible en nimiedades tales como un sentimiento. Desde niños, haciendo cosas de grande, hasta adultos, enamorándonos en un santiamén y tirando por la borda en un momento lo que con años se ha forjado. Parece un montón de despropósitos lo que escribo, pero cada vez vivimos más sumergidos en un huracán que nos hace girar tanto que ya no nos damos cuenta del mareo; simplemente vivimos así, con las cosas dando vueltas, sin tomarles mucho asunto. Claro, es tiempo perdido mirar alrededor…

Mensajes podría dar varios, ahora que camino con calma por el camino que yo mismo voy dibujando; para aquel que se enamora en siete días, o para aquel que se vuelve un sicópata del amor por venganza o simple deporte… pero no. En un mundo de vértigo nadie está libre de girar; en un mundo donde está de moda la ligereza de cascos, nadie está libre de galopar mirando al frente. Pero yo me detuve un momento a escribir esto que ya me parece enfermo, y supongo que es un avance.

Y tú, ¿vives tu vida a toda velocidad?